Por Ana Pollán
-27/01/2020
El 25 de enero en Valladolid vi de muy cerca uno de esos pecios. Más bien, no era un pecio. Era un tesoro auténtico, rescatado y fielmente conservado. Un tesoro devuelto a la vida. Haciendo a Lorca más inmortal de lo que siempre ha sido. Tanto que crucé la puerta del teatro y me encontré con un Lorca tan grande que sólo con el esfuerzo aunado del duende del teatro, cuatro actores que eran sólo uno, sólo Lorca, y un guitarrista, fue posible traerlo de nuevo al mundo. También Machado tuvo voz y fue testigo de que aunque cayó muerto Federico, no cayó del todo y estaba ahí, en el escenario: sonriendo, llorando, viajando, amando, sin rencor ni miedo, vindicando honradez, justicia y dignidad. Haciéndolo con el ejemplo de un buen hombre que sin saberlo era más que eso. En fin: viviendo con una intensidad envidiable y contagiando al público de puro amor por este mundo que tan difícil se deja querer a veces. Pero él permanece sobre las tablas digno, sereno y atravesado por la vida sin noticias, hasta sus últimos instantes de nada ni nadie que ose acabar con él.
Por quizá algo más de una hora que fue como sólo un minuto, -es difícil calcular el tiempo ante lo intemporal-, Lorca estuvo tan vivo que se puede decir sin mentir que sigue dándose una vuelta por el mundo haciéndonos un poco más felices a quienes nos topamos con él de nuevo.Por quizá algo más de una hora que fue como sólo un minuto, -es difícil calcular el tiempo ante lo intemporal-, Lorca estuvo tan vivo que se puede decir sin mentir que sigue dándose una vuelta por el mundo haciéndonos un poco más felices a quienes nos topamos con él de nuevo.
La obra “Poemas del tiempo: Un rumor de sangre” de la compañía madrileña “Teatro del duende” le rinde un homenaje perfecto. Un homenaje sencillo y sereno. Un homenaje en el que sólo si de público asistiese una piedra, ésta podría salir de allí sin haber liberado una lágrima, unas cuantas, o sin haber, al menos, sentido un nudo en la garganta al mismo tiempo que una satisfacción completa por tener de nuevo a nuestro Federico vivo, fuerte y sonriente allí mismo, delante de una, sin espacio, tiempo ni horror que medie. Vino Lorca y su amor por la vida encarnado en Manuel Galiana, Marta Belaustegui, Germán Estebas y Juan Miguel Caballero, acompañados por el guitarrista Guillermo Fernández y dirigidos por Jesús García Salgado.
"Nostalgia del agua" en Sala Arapiles 16
Manuel Galiana y Marta Belaustegui protagonizan este texto de Ernesto Caballero, dirigido por Jesús Gª Salgado.
Es un verdadero privilegio asistir a funciones con un reparto de tanta calidad artística. Belaustegui y Galiana conectan en escena de forma que una se pregunta si llevan trabajando juntos toda una vida. Contrastan sus roles, pero se funden como gotas caídas de un mismo cielo. La maestría de ambos actores resuelve de manera que se nos antoja fácil lo difícil. El trabajo de dirección ha debido ser minucioso y exhaustivo, para llegar a llenar esos silencios y crear esas atmósferas. A ello ayuda la música, desde luego, entendida como un personaje más. (leer mas)
Nostalgia del agua en “La hora cultural” 24 horas. TVE. Antonio Gárate entrevista a Manuel Galiana y Marta Belaustegui.
http://www.rtve.es/…/la-hor…/hora-cultural-30-10-17/4279339/
Nostalgia del agua. Entrevista a Manuel Galiana y Marta Belaustegui en La aventura del saber. RTVE
AGUA QUE TODO LO ANEGA
Por Ernesto Caballero, autor de Nostalgia del agua
Andaba yo por entonces –hace ya un cuarto de siglo, ay- muy embelesado por el teatro simbolista, por aquellas obras de “ecos y suscitaciones” que habían tentado a un joven Ramón Gómez de la Serna cuando emprendía sus primeros pasos literarios: la huella de Maeterlinck en tantos jóvenes escritores finiseculares. Enigmáticos dramas de sombras e incertidumbres que apenas vieron la luz en nuestros consabidos escenarios; un teatro de fuerte carga de poesía escénica que no llegaría a florecer.
Sabedor de esta circunstancia me puse a escribir esta Nostalgia sin proyectar perspectiva alguna de puesta en escena. Me propuse de forma deliberada y excepcional en mi trabajo como dramaturgo, dedicar mis esfuerzos a la elaboración de una de esas “obras para el cajón” tan temidas y proscritas en nuestro gremio. Y en ese Limbo de palabras desahuciadas durmió el sueño de los justos hasta que apareció la inopinada y venturosa mano de nieve que quiso encarnarla.
El encuentro crepuscular de dos fantasmagóricas a orillas de un pantano hecho de tiempo -agua que todo lo anega-, cobraba vida en el teatro por obra y gracias de un duende farandulero y benefactor: la compañía que ahora presenta este montaje.
No, nunca imaginé que esta pieza hecha de atmósferas, silencios y difusos presentimientos pudiera materializarse y, aún menos, de forma tan elocuente y conmovedora como en este montaje de Jesús Salgado, en el que refulgen dos extraordinarios y admirados intérpretes: Marta Beraústegui y Manuel Galiana.
Resulta difícil expresar tanto asombro y gratitud.